EMPRENDEDORES PERUANOS
1. Máximo San Román
Pobre y de origen andino, Máximo San Román podría haber tenido una vida de miseria, pero decidió cambiar esta realidad a través del estudio.
Comenzó cursando Ingeniería Mecánica en la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI). A lo largo de su trayectoria, necesitó doblar barras de hierro para un taller mecánico en un barrio pobre frente a la universidad. La situación mejoraría con las pasantías que realizó por América del Norte, Europa y Asia.
Después de fabricar su primera máquina, un molino picador, no se detuvo más y pasó a suministrar máquinas para la industria mecánica, para la agropecuaria y para la minería. Actualmente, su empresa Nueva cuenta con 400 empleados y exporta equipamientos de panificación para todo el continente americano.
2. Erasmo Wong
Todo comenzó en 1942, cuando Wong abrió un pequeño almacén en Miraflores, en la ciudad de Lima. En aquella época, nadie podría imaginar que estaba naciendo una de las mayores redes de supermercado del Perú.
Fue conocido por no seguir las tendencias y las orientaciones de los “especialistas” del segmento. Cuando la recomendación era reducir costos, él creyó en el potencial de la calidad de atención. Cuando dijeron que la tendencia era la autoatención, él personalizó la relación con los consumidores. Actualmente, la red Wong es una de las mayores de Perú y fue adquirida recientemente por el grupo chileno Cencosud.
ALBERTO BENAVIDES DE LA QUINTANA
Pese a que contó innumerables veces cada detalle acerca de cómo acumuló su fortuna –valuada por Forbes en US$2 mil millones- Alberto Benavides de la Quintana solía decir que la minería, el motor que lo hizo rico, era una cuestión de suerte.
Por eso bautizó a su empresa como Buenaventura, una palabra muy usada por las gitanas que leían las manos en la plaza San Martín.
Pero si algún peruano quisiera disgregar la biografía de este geólogo, encontrará que la suerte se hace, o mejor dicho, la hace uno mismo: Benavides, hijo de un abogado de clase media, estudió ingeniería de minas en la UNI y luego una maestría en la Universidad de Harvard (EEUU), gracias a una beca que obtuvo con sus propios méritos.
Con semejante currículum, su primer trabajo fue de lampero en la mina Franklin de Nueva Jersey (EEUU). Comenzó desde el socavón y cuando ya parecía asentado con un buen puesto en la mina de Cerro de Pasco, se jugó todo lo que tenía a los 31 años para comprar la mina Julcani de Huancavelica, una que el resto de sus colegas creía pobre. Con ella despegó.
ISAAC LINDLEY
Era el más chico entre los cinco hombres de una familia de ocho hermanos y no estaba destinado a convertirse en la cabeza de Inca Kola.
Isaac Lindley, a quien con el tiempo todos en su empresa llamaron míster, llegó a liderar a la única gaseosa que superó a Coca Cola en el mundo tras una serie de eventos desafortunados.
Lo hizo porque fallecieron sus cuatro hermanos mayores y su primera misión fue salvar al pequeño emprendimiento familiar de la quiebra. Entonces, entre los años 40 y 50, Inca Kola era una gaseosa hecha en base a hierbaluisa que los Lindley habían creado tras varios intentos fallidos para dar con “la bebida de sabor nacional”.
La historia de Inca Kola comenzó en aquella época pero, para ser precisos, la primera vez que un Lindley fabricó una gaseosa en el Perú ocurrió en 1880, cuando el padre de Isaac, José Lindley, arribó a Lima en busca de un futuro mejor que el que proyectaba en su Londres natal.
Detrás del éxito de Inca Kola no solo está el sabor, sirve aclararlo. El despegue que consiguió Isaac tuvo que ver con una serie de convenios vía franquicias para que la gaseosa pudiera venderse a escala nacional, además de numerosas innovaciones tecnológicas en años en que ello no importaba gran cosa al empresariado peruano.
JULIO IKEDA
El patriarca de los Ikeda no nació en el Perú, pero sí demostró durante toda
su vida que quería a este país mucho más que el promedio.
Julio Ikeda (padre) llegó desde Japón a los 15 años, en 1927, y como la mayoría de los nipones que arribaron al Callao en aquella época, su primer trabajo fue de agricultor en el ‘Norte chico’.
Comenzaba a tener relativo éxito como pequeño empresario cuando en 1944, producto de la II Guerra Mundial, el gobierno peruano lo deportó a Estados Unidos, junto a buena parte de la colonia japonesa en nuestro país.
Pese a esa experiencia, decidió volver y fundar aquí San Fernando, el que hoy es el grupo más importante de la industria de alimentos a escala nacional.
Pasó de vender menos de 50 patos por mes a inicios de la década del 50 a más de un millón cuando comenzaba el 2000. Hoy el grupo San Fernando está a cargo de su hijo e inicia un ambicioso plan para consolidarse en la industria alimentaria del país.
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